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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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La biblioteca de Guantánamo: un insulto a la injuria

23 de julio de 2007
Andy Worthington

La siguiente es una carta desclasificada de un detenido de Guantánamo llamado Abdul Aziz, que lleva más de cinco años y medio bajo custodia estadounidense sin cargos ni juicio. Abdul Aziz viajó a Afganistán a finales de septiembre de 2001, tras realizar sus exámenes finales en la Universidad Imam Muhammad Ibn Saud de Riad, para buscar a su hermano y convencerle de que regresara a casa. Quedó atrapado en el caos que rodeó la caída de los talibanes en el norte de Afganistán y, a pesar de que nunca recibió ningún tipo de entrenamiento militar ni se alzó en armas contra la Alianza del Norte o la coalición liderada por Estados Unidos, fue tratado brutalmente bajo custodia estadounidense en Afganistán antes de ser trasladado a Guantánamo.

Sus comentarios sobre la "biblioteca" de Guantánamo me parecieron extraordinariamente elocuentes sobre la represión omnipresente del régimen de la prisión. A diferencia de los delincuentes condenados en el territorio continental de Estados Unidos, que ven la televisión y tienen acceso regular a materiales de lectura y escritura, los presos de Guantánamo -que nunca han sido acusados de un delito, Los comentarios de Abdul Aziz sobre la deliberada escasez de material de lectura para los detenidos son tan condenatorios, a su manera, como las historias relatadas en el libro Poemas de Guantánamo: hablan los detenidos, que revelan cómo, para expresarse y librarse, aunque fuera temporalmente, del deshumanizador régimen de aislamiento mental y físico, los detenidos rayaban poemas en vasos de espuma de poliestireno y se los pasaban de celda en celda cuando los guardias no miraban.

También me llama la atención que, al no ofrecer posibilidades educativas a los detenidos -ofreciéndoles clases de inglés, por ejemplo- y al no proporcionarles casi nada para leer excepto el Corán, las autoridades responsables de Guantánamo no sólo están demostrando la mezquindad de su espíritu, sino que además no están haciendo absolutamente nada para salvar la distancia entre su propia cultura y la de los detenidos, reforzando los aspectos belicosos de la "Guerra contra el Terror" a expensas de ejercicios de construcción de puentes que no sólo aportarían una pizca de humanidad, sino que también ofrecerían oportunidades para romper las barreras culturales mediante el entendimiento mutuo.

Este es el texto de la carta de Abdul Aziz, reproducido por primera vez en Cageprisoners

"Estaba reunido con mi abogado en Guantánamo. Después de conversar sobre algunas cuestiones jurídicas relacionadas con mi caso, pasamos al tema de la biblioteca del campo Delta en Guantánamo, y sobre la falsa propaganda que estaba difundiendo la administración del campo acerca de esa biblioteca.

"Algunas personas piensan que la biblioteca del campo de Guantánamo es una gran sala con grandes cajones, estanterías bien organizadas, relucientes suelos de mármol, un sistema de catálogo electrónico de última generación para una rica biblioteca en la que los detenidos hojean mañana y tarde, eligiendo lo mejor de los libros disponibles en todos los campos y ciencias diversas, en muchos idiomas diferentes -- igual que aquella magnífica biblioteca por la que solía pasear hace cinco años cuando era estudiante en la Universidad Imam Muhammad Ibn Saud de Riad, realizando entonces mi trabajo de investigación escolástica.

"La verdad, como todos atestiguarán, es que la biblioteca del campo de Guantánamo no es más que dos pequeñas cajas grises con las que los guardias se pasean por algunos bloques de celdas, llevándolas por encima de la cabeza para protegerse del sol abrasador o, en el mejor de los casos, arrastrándolas sobre una carretilla con dos ruedecitas. Dentro de las dos cajas, no hay más que una combinación de libros viejos y gastados, con sus cubiertas y algunas de sus hojas rotas por la lluvia y otros factores adversos que rodean a estas dos cajas. Además, son los mismos libros que han pasado por las manos de los detenidos durante años. Los detenidos que hablan árabe tienen acceso a una colección de aburridas obras de ficción fantástica, además de libros llenos de ateísmo y posiblemente de ataques al Islam y a algunos de sus preceptos. Tras continuos y arduos esfuerzos por parte de los detenidos y sus abogados, por fin se permitió un libro religioso en el campo 4 [el campo para los detenidos "más obedientes"] por cada 40 detenidos.

"Por otra parte, los detenidos afganos disponen de varias obras literarias en pastún y farsi. Estos libros no han cambiado desde que se formó la biblioteca itinerante de cajas hace algunos años. Si echamos un vistazo a los libros disponibles en las demás lenguas habituales de los campos, no dejaremos de ver uno o dos libros en cada lengua, desgastados y cubiertos de telarañas. El lado opuesto -- y brillante -- de esta caja itinerante es la mayoría del material de lectura disponible en inglés, idioma que no hablan ni leen la inmensa mayoría de los internos. Seguramente encontrarán libros sobre la historia de Estados Unidos y los padres fundadores. Los detenidos no pueden hacer más que girar estos libros de un lado a otro y disfrutar de sus relucientes cubiertas, sin saber de qué tratan ni conocer su contenido.

"Además, encontrarán ejemplares desgastados y viejos números de National Geographic. Hace unas semanas, cogí un ejemplar de esa revista entre las ruinas de libros de aquella caja destartalada y me quedé asombrado de que el número que cogí estuviera fechado en 1973, hace más de 30 años. Le pregunté al transportista ambulante de cajas (el bibliotecario, como le gusta llamarle la administración) si podía darme un número más reciente, fechado en 2000 o más. Evidentemente cansado de cargar con esas cajas y de andar de un lado para otro con ellas, me contestó muy tranquilo: 'Tiene cinco minutos más para elegir los libros que quiera. Esto es todo lo que tenemos'. Le di las gracias por realizar esta ardua tarea y este gran esfuerzo, coloqué la revista encima de la pila de libros de la caja y le dije lo más amablemente que pude: "Por favor, retire mi número de la lista de salida. A partir de hoy, no necesitaré su abundante biblioteca". Sonrió ampliamente, miró su reloj de pulsera, se cargó la caja a la cabeza y se marchó por donde había venido".

Nota: Por razones de seguridad, Abdul Aziz no desea ser identificado por su apellido.


La "biblioteca" en acción


 

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